Una ola me cambió la vida

Era julio de 2017 cuando entré al mar por primera vez con una tabla, varios instructores y mucha emoción. Era la primera vez que iba a surfear, y también creía que sería la última; pero, la vida pensaba diferente y aquella solo fue la primera de muchas.

Nunca pensé que ese día mi vida cambiaría por completo. Un mes después de esa primera ola, tenía una invitación para entrenar con la selección nacional de Para surf de Costa Rica, un plan para competir en un Mundial de la ISA en California y muchas dudas.

Soy una persona ciega desde que tengo dos años de edad, y hoy escribo esto con 29 vueltas al sol. Sin embargo, el deporte nunca fue parte de mi vida hasta aquel día cuando esa ola marcó un antes y un después en mi vida. Quizás por eso tenía muchas dudas, preguntas y un síndrome del impostor tremendo que no me permitía creer que yo era la primera persona ciega surfista de Costa Rica y que iba a representar al país y a las personas con discapacidad visual de nuestra patria en un evento mundial.

En efecto, antes de aquella primera ola yo no me consideraba atleta y hoy no imagino mi vida sin deporte. Fue allí donde comenzó una aventura que aún no termina, a pesar de que estoy lejos de las olas por cosas de la vida. Después de esa primera vez entendí el gran poder que tiene el surf para cambiar vidas, porque justamente cambió la mía.

Con el esfuerzo, el entrenamiento y la confianza desaparecieron todas mis dudas y 3 años después fui el tercer mejor surfista ciego del mundo, en el mundial ISA 2020. Sin embargo, desde el inicio yo había entendido que las medallas que mas me interesaban no eran de oro ni plata, sino de la sonrisa y el orgullo de otras personas con discapacidad que nos miraban como referentes en sus vidas, o que se animaban a surfear y descubrían un mundo maravilloso entre agua, sal y adrenalina.

Creo que lo que más me enorgullece actualmente es haber sido parte de la Selección Nacional de Para surf de Costa Rica, haber ganado renombre y medallas para nuestro equipo y nuestro país, pero principalmente haber sido parte de la creación de la Asociación de Surf Adaptado de Costa Rica. Esta organización fue pensada con y para personas con discapacidad, y tiene nuestra pasión por el surf como motor y como pilar central. Gracias a esta organización, pudimos competir en varios campeonatos internacionales, subimos el nivel deportivo del para surf costarricense y sobre todo contribuimos con grandes cambios en la vida de muchas personas con discapacidad.

Y cuando digo que cambiamos vidas no pretendo exagerar ni decir únicamente cosas positivas. Soy testigo directo de los cambios físicos y emocionales que la actividad deportiva en general y el surf en particular genera en las personas con discapacidad. Físicamente, el surf me dio más fuerza, salud, energía y me ayudó a entender que hacer deporte era un derecho y también una manera de mantenerme sano y enfocado. Emocionalmente, la relación con el mar y con personas maravillosas, sintiendo cada centímetro de mi cuerpo y estando alerta para disfrutar las olas, pero también para responder a cualquier riesgo con respuestas rápidas, me ayudó a tener una salud mental que no sabía que podía existir.

De hecho, por eso tengo la certeza de que no podemos ser egoístas con todos estos veneficios, y de que tenemos que llevar dichas ventajas a más personas con discapacidad, como lo hace la asociación. Por muchos años presencié casos de niños, niñas y personas adultas con discapacidad que tuvieron mejoras en su autoestima, auto confianza y calidad de vida gracias a la práctica de ese deporte que con una ola nos arranca sonrisas, lágrimas y mil emociones.

Pero las transformaciones van más allá y la visibilidad que el surf nos da es el mejor ejemplo de ello. Por ejemplo, puedo asegurar que el para surf me dio la oportunidad de ser oído y de llegar a públicos enormes con un mensaje de inclusión, de lucha por nuestros derechos y de urgencia de cambios en nuestra sociedad. No obstante, a veces ni siquiera es preciso hablar frente a un micrófono para impactar con nuestras acciones. De esta forma, gracias a la visibilidad que nuestro esfuerzo tuvo en medios y redes sociales, una persona con baja visión supo que tenía un lugar esperándole en nuestro equipo.

Hoy en día, esa persona ha traído varias medallas de oro y plata para nuestro país. Hablo de Roy Calderón, un atleta ejemplar y una persona admirable, quien no solo se inspiró, sino que se sintió invitado por el trabajo de la asociación y por los logros de la selección. Entonces, decidió buscar información y comenzó a entrenar y dar resultados increíbles para nuestro país.

Por otra parte, no es casualidad que siempre hablo en plural de nosotras y nosotros, de nuestro equipo y de nuestra organización. Es que el para surf es un deporte que no puede ser individual, aún cuando algunas categorías exigen que las personas compitan individualmente. Pues, no hemos llegado hasta donde lo hicimos con esfuerzos individuales únicamente, sino uniendo nuestras fuerzas, energías, estrategias y nuestros sueños para hacer crecer un movimiento de donde solo había ideas, objetivos y talento.

Yo mismo soy fruto de ese trabajo en equipo. Así, desde el inicio formé una dupla maravillosa con el entrenador Maikel Venegas, con quien competí en muchísimos eventos nacionales e internacionales y con quien cultivé una amistad enorme. Pero, no se trataba tampoco de nosotros dos, sino de todas las personas del equipo técnico, del voluntariado y de quienes apoyaban las actividades de captación de fondos y recursos que hacíamos para lograr poner en alto nuestro deporte en cada competencia.

Por tales motivos para mí surfear fue enseñándome mucho más que técnicas de remada o formas de encarar una ola. Aprendí con el surf sobre tolerancia, humanismo, disciplina, hermandad, paciencia, adaptación y resiliencia. Por eso no consigo imaginar mi vida sin deporte ni tampoco sin la compañía de personas maravillosas que conocí en este camino.

Otra de las cosas que el para surf me inculcó fue la idea de que los sueños pueden parecer mucho más grandes que cualquier océano, casi inabarcables y muy lejanos y llenos de desafíos. Pero, con una estrategia, con el apoyo de quienes nos aman y con mucha disciplina vale la pena ir tras ellos. Irónicamente, esa enseñanza me hizo correr tras mis sueños y alejarme de las olas por un tiempo.

Pues, fue gracias a esta convicción moldeada por las incesantes olas del mar en mi paso por el Para surf costarricense, que decidí cursar mi maestría en Brasil, en una ciudad que se encuentra a muchos cientos de kilómetros de la playa más cercana. Y aunque extraño cada día la textura de la arena y el olor de nuestros mares, llevo en el corazón el calor de nuestro sol y el fuego de nuestra gente y de un proyecto que me transformó en un buen atleta y en un ser humano mejor que aquel que comenzó esta historia en 2017.

El deporte sigue haciendo parte de mi vida, ahora desde el para atletismo. Sin embargo, en mi pecho siguen colgando los logros obtenidos, la felicidad de saber que ayudé a posicionar nuestra pasión como una forma de mejorar la vida de otras personas con discapacidad y el orgullo de saber que el para surf costarricense solo puede continuar creciendo, ganando y mejorando. Y claro, me reconforta la idea de que con cada segundo que pasa, cada ola nos reinventa y nos da la inspiración para seguir trabajando por un mundo con más surf, más sonrisas, más unidad e inclusión.

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